Propuesta de atribucción a Arnao

Gracias a las investigaciones de José Navarro Talegón" sabemos que el escultor Arnao Palla, cuya actividad está documentada en las décadas de 1530 y 1540, vivió en Toro, donde tenía establecido su taller. En aquella ciudad fue feligrés de la parroquia del Santo Sepulcro, en cuya iglesia fue bautizado su hijo Juan, fruto de su matrimonio con Pascuala. Entre 1540 y 1544 ejecutó la obra de ensamblaje y talla del retablo mayor de la iglesia de la Asunción de Venialbo, cuya fábrica le terminó de pagar en 1546 los 180.460 maravedíes en que había sido concertado.

Por su nombre y apellidos es probable que se trate de uno de los artistas de origen transpirenaico54 que, atraídos por la prosperidad económica del país y su situación artística favorable, se establecieron en estas tierras en la primera fase del Renacimiento (Juan de Bruselas, Giralte de Bruselas, Mateo de Holanda, Gil de Ronza, etc.) y cuya obra va siendo perfilada en estudios recientes. Sabemos que con ellos llegaron también las reminiscencias goticistas aprendidas en su lugar de origen pero fácilmente adaptables al ambiente tardomedieval en el que se insertaron, ambiente no tan inflexible como para no permitir la asimilación de las composiciones y formas italianas que por entonces se iban imponiendo. Del retablo de Venialbo destaca el relieve del Llanto sobre Cristo muerto, que se expuso por vez primera en nuestra ciudad en marzo de 1994, en la muestra titulada "Santo Entierro en Zamora", promovida por la Real Cofradía del Santo Entierro con motivo del cuarto centenario de su fundación. Ya entonces tuvimos ocasión de analizar detenidamente la composición y proponer a Arnao Palla como probable autor del Cristo de las Injurias55, dadas las características estilísticas y formales compartidas por ambas obras. Plaza Santiago y Redondo Cantera creen que el mencionado relieve es una obra destacable dentro del panorama de la escultura renacentista temprana en Castilla y León y un testimonio de la aportación de artistas de procedencia nórdica al desarrollo de la escultura del Renacimiento en España. Ven formas nórdicas, debidas a la procedencia del escultor, en el tono narrativo de la escena, en gestos y tocados. Y resonancias italianas en la simetría de la composición, la búsqueda de una belleza idealizada de las figuras de San Juan y María Magdalena, y en el "armónico y potente desnudo del cuerpo de Cristo"56. A nuestro parecer, en la figura escorzada de este Cristo volvemos a encontrar una pletórica anatomía análoga a la que observamos en el Cristo de las Injurias.

La tensión muscular que presenta nos sorprende de nuevo en la imagen de un Cristo muerto y descendido de la cruz. Los músculos están minuciosamente representados y perfectamente delimitados por surcos rehundidos. Deltoides, bíceps, pectorales y rectos del abdomen aparecen bien destacados; los oblicuos mayores, que flanquean el abombamiento abdominal, son exagerados, como ocurre en otras figuras que forman parte del mismo retablo, lo que puede ser considerado como un rasgo personal del escultor. También se destacan el reborde costal, las rodillas y los tobillos. Por todas las razones expuestas hasta aquí, creemos que la imagen del Cristo de las Injurias no se debe a Gaspar Becerra, Jacobo Florentino o Diego de Siloe, de cuyas obras conocidas difiere notablemente. Y proponemos, a falta de la confirmación documental, que puede deberse a la gubia del escultor Arnao Palla. De ser esto cierto, nuestro escultor se sitúa a caballo entre dos momentos de la plástica renacentista en España: el emotivo patetismo, herencia del último gótico, y el triunfo del lenguaje manierista, caracterizado por la exaltación de las masas corpóreas. En sus obras se aleja de la visión dramática del expresionismo nórdico, pero no logra desprenderse de la tradición medieval, revelada en los elementos emocionales. Y aunque muestra una gran preocupación por la belleza formal, tampoco llega a expresar plenamente los principios del clasicismo italiano. Por otra parte, creemos que pudo conocer la obra de Juan de Balmaseda, pues la disposición de la cabeza y la expresión dramática de los rostros de los crucificados de la catedral de Zamora (Santo Cristo y Cristo de las Injurias) algo reflejan los que este escultor tallara para las catedrales de Oviedo (1516), Palencia (1519) y León (1524). Y también la de Alonso Berruguete, a quien recuerda en los perfiles anatómicos y el ladeamiento de las piernas del Crucificado que corona el retablo de los Jerónimos de La Mejorada de Olmedo (1523), hoy en el Museo Nacional de Escultura. 


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